Mostrando las entradas con la etiqueta LA COMPULSIÓN DE ALBERTO. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta LA COMPULSIÓN DE ALBERTO. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de septiembre de 2018

LA COMPULSIÓN DE ALBERTO



Lo que lo marcó a Alberto en su vida, fue que nunca se sintió querido por su madre. Tal vez por ser el cuarto, entre sus siete hermanos. Quizá fue la situación económica, que obligó a sus padres a enviarlo con una tía abuela a la edad de ocho años, para que se hiciese cargo de él.
“¡Si, fue a él! ¿Y, porqué precisamente a él?” Tal vez por ser el más rebelde y difícil de manejar, había hecho que su padre, un hombre muy estructurado, tomara esa decisión y la madre no pusiera objeción alguna.
A pesar de que la solvencia de su tía abuela no era mejor que la de sus padres, ella le brindó mucho amor y libertad, que le ayudaron a cambiar ese niño díscolo, por un personaje agradable.
Él llegó a sentir gran cariño por esa tía entrada en años, pero nunca le perdonó a su madre el desapego. Ella había sido el primer amor de su vida.
Terminados sus estudios secundarios se inscribió en Derecho. Fue allí donde comenzaron sus romances. Primero fue con Marcela, más tarde Lorena, María José… y siguió una lista interminable. Alberto, con su verba y una buena estampa, se involucraba en relaciones que eran sólo un desafío, una meta de conquista. Una vez logrado su objetivo, se lanzaba en busca de otro en forma compulsiva.
No logró terminar su carrera, pues el trabajo que había conseguido en una imprenta le tomaba tiempo completo.
Su situación económica, si bien era algo estrecha, pudo alquilar un monoambiente y comprar el  autito a su compañero de trabajo. Pero la relación sentimental de ese muchacho moreno, alto de ojos verdosos, no había variado, no le importaba si la presa era bonita, fea, gorda, flaca, casada, soltera, dulce, agresiva, joven o vieja, lo único que le importaba era tener una relación oculta, para no interferir con las otras. Sentirse amado era esencial, pero cuando la relación comenzaba a echar raíces, buscaba un conflicto y se alejaba.
El gozo que sentía con sus conquistas, lo compartía con amigos que poco o nada entendían sus objetivos.
Pero esta vez fue diferente, Carmen, hija de una reconocida familia cordobesa, que vivía en Cruz del Eje, había abandonado la casa de sus padres, para irse a vivir con él. Había cortado la relación con su familia, que no lo quería como integrante de la misma y lo peor del caso, es que estaba embarazada. Alberto le propuso un aborto que ella rechazó, por lo que se vio obligado a pensar seriamente en formalizar la situación, ya que en la década del 50 y en un lugar donde todos se conocían, no se veía con buenos ojos que una mujer soltera tuviera un hijo. Decidió casarse a pesar de que sus sentimientos hacia ella, no diferían de sus aventuras anteriores.
Los amigos le aconsejaban:
—Para tu oficio de amador, no es bueno casarte y con tus 45 años puedes ser más el abuelo que el padre.
Al nacer Ricardito, se mudaron a un departamento más grande. Nunca había querido a nadie como a ese niño, tal vez porque se veía reflejado en él.
Pensó en cambiar de vida, pero fue imposible, en forma compulsiva se involucraba en distintas relaciones amorosas.
Carmen se enteró de sus andanzas y lo amenazó con irse y llevar a Ricardito a casa de sus padres, con quienes después del nacimiento del nieto, tenía una buena relación. 
Los dos meses siguientes se dedicó a la familia. Quizá porque realmente quería cambiar, o tal vez  por una alergia que le había tomado todo el cuerpo. Su cara se veía invadida por ronchas que aumentaban en número, con sus estados de ansiedad.
Un dermatólogo le dio un tratamiento con corticoides, que no funcionó y lo derivó a un alergista. Éste, verifico la reacción a las proteínas, frutas y verduras, todo daba normal, tampoco parecía afectarlo la polinización de las plantas, ni los ácaros del medioambiente, por lo que fue derivado a un psicólogo.

Alberto siempre había pensado que a ese tipo de profesionales sólo iban los alienados, por lo que estuvo esquivando un tiempo la consulta al analista, pero como no encontraba solución, olvidó esos prejuicios y decidió ir.
Según el psicólogo, la abstinencia de su proceso compulsivo había dado lugar a esa alergia.
Las preguntas del profesional lo llevaron a su infancia, también a su juventud y madurez: Como trofeos, fue enumerando la legión de romances que pasaron por su vida.
Según el analista, a nivel inconsciente él buscaba a la madre en cada mujer conquistada, para recibir el amor que ésta no le había dado en su infancia, la que luego abandonaría, así como su madre lo había abandonado a él.
Pero lo que a Alberto más lo impactó fue cuando le dijo que en cada una de esas relaciones, sobre todo lo que buscaba era reafirmar su insegura sexualidad.