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lunes, 17 de septiembre de 2018

EL CERRO URITORCO




Era un día de sol cuando llegamos a Capilla del Monte. Habíamos ido desde La Plata, en ese pequeño autito, a la ciudad de Córdoba. El viaje había sido largo.
Nuestra idea era ir a la humilde capilla del lugar, con mi hija Marta; Andrés, su marido y mi consuegra.
Marta hacía tiempo que quería quedar embarazada. Se había sometido a muchos tratamientos, sin resultado alguno. Mercedes la mama de Andrés era muy creyente, y fue la que nos había incentivado, para ir a esta capilla milagrosa.
Después de visitar la pequeña capilla, fuimos a comer chivito, en la peatonal techada. Allí proyectamos ir a La Toma, al pie del Uritorco, ya que se hablaba tanto de la presencia de naves extraterrestres en el lugar.
Mercedes —nos dijo:
— ¿Por qué no puede ser cierto, o se piensan que somos los únicos en el universo?  
Como Andrés traía una pequeña carpa en el auto, proyectamos hacer noche allí. 
Nos acercamos a la casa de Doña Ema, una señora que tenía un pequeño hospedaje en el lugar. Pedimos permiso para ascender al cerro, ya que no permiten subirlo de noche y la idea era pernoctar allí.
Luego de hacer amistad con Doña Ema, no tendríamos problema en hacer noche en el Uritorco. Finalmente alrededor de las once de la noche, emprendimos el ascenso.
A los cuarenta minutos de viaje, llegamos al primer descanso del camino, un lugar éste, donde se podía acampar. Decidimos quedarnos, y esa tibia noche de plata nos envolvió, cargada de misterio. Como mi hija fue a dormir a la carpa, quedamos afuera Mercedes, Andrés y yo. Él decía que veía luces en el cielo, mientras, su madre  veía, como óvalos vacíos, y yo no veía nada. Algunas horas después Andrés se fue a dormir.
Mercedes y yo nos quedamos despiertas toda la noche.
Alrededor de las seis de la mañana se levantaron Marta y Andrés para emprender el descenso, pues no había pasado nada muy extraño, en toda la noche.
Antes  de partir subimos hacia un morrito que había a unos metros de allí y nos sentamos, esperando ver algo antes de partir.
Fue entonces que lo vimos: ¡era un Ovni que parecía un ala delta, con una especie de gota o lágrima en la punta —quizás a modo de cabina—. Lo más asombroso fue que estaba seis o siete metros nuestro y tenía el tamaño de un auto chico.
Literalmente entró en el cerro, es decir parecía que iba a chocar, ¡pero simplemente entró o se desintegró! qué sé yo.

Han pasado cuatro meses de semejante experiencia. Según los análisis, Marta  está embarazada y curiosamente, de cuatro meses...
Quiero ser optimista y pensar que fueron los ruegos de Mercedes en la capilla. Pero la duda me atormenta: ¿Será de Andrés o de algún extraterrestre?