Era un día de sol cuando llegamos a Capilla del Monte. Habíamos ido desde La
Plata, en ese pequeño autito, a la ciudad de Córdoba. El viaje había sido
largo.
Nuestra idea era ir a la humilde capilla del lugar,
con mi hija Marta; Andrés, su marido y mi consuegra.
Marta hacía tiempo que quería quedar embarazada. Se
había sometido a muchos tratamientos, sin resultado alguno. Mercedes la mama de
Andrés era muy creyente, y fue la que nos había incentivado, para ir a esta
capilla milagrosa.
Después de visitar la pequeña capilla, fuimos a comer
chivito, en la peatonal techada. Allí proyectamos ir a La Toma, al pie del
Uritorco, ya que se hablaba tanto de la presencia de naves extraterrestres en
el lugar.
Mercedes —nos dijo:
— ¿Por qué no puede ser cierto, o se piensan que somos
los únicos en el universo?
Como Andrés traía una pequeña carpa en el auto,
proyectamos hacer noche allí.
Nos acercamos a la casa de Doña Ema, una señora que
tenía un pequeño hospedaje en el lugar. Pedimos permiso para ascender al cerro,
ya que no permiten subirlo de noche y la idea era pernoctar allí.
Luego de hacer amistad con Doña Ema, no tendríamos
problema en hacer noche en el Uritorco. Finalmente alrededor de las once
de la noche, emprendimos el ascenso.
A los cuarenta minutos de viaje, llegamos al primer
descanso del camino, un lugar éste, donde se podía acampar. Decidimos
quedarnos, y esa tibia noche de plata nos envolvió, cargada de misterio. Como
mi hija fue a dormir a la carpa, quedamos afuera Mercedes, Andrés y yo. Él
decía que veía luces en el cielo, mientras, su madre veía, como óvalos
vacíos, y yo no veía nada. Algunas horas después Andrés se fue a dormir.
Mercedes y yo nos quedamos despiertas toda la noche.
Alrededor de las seis de la mañana se levantaron Marta
y Andrés para emprender el descenso, pues no había pasado nada muy extraño, en
toda la noche.
Antes de partir subimos hacia un morrito que
había a unos metros de allí y nos sentamos, esperando ver algo antes de partir.
Fue entonces que lo vimos: ¡era un Ovni que parecía un
ala delta, con una especie de gota o lágrima en la punta —quizás a modo de
cabina—. Lo más asombroso fue que estaba seis o siete metros nuestro y tenía el
tamaño de un auto chico.
Literalmente entró en el cerro, es decir parecía que
iba a chocar, ¡pero simplemente entró o se desintegró! qué sé yo.
Han pasado cuatro meses de semejante experiencia.
Según los análisis, Marta está embarazada y curiosamente, de cuatro
meses...
Quiero ser optimista y pensar que fueron los ruegos de
Mercedes en la capilla. Pero la duda me atormenta: ¿Será de Andrés o de algún
extraterrestre?
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