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lunes, 17 de septiembre de 2018

UNA HERMOSA EXPERIENCIA




Un punzante dolor en el pecho, que me tomaba el brazo izquierdo, no me dejaba respirar.
Gerardo, sin pensarlo dos veces, llamó a la ambulancia.
Recordé todo el trabajo que había tenido a la tarde, corriendo las pesadas macetas de la terraza.
Sentí un estado de agotamiento y nuevamente el dolor… una sensación de ahogo y un sudor frío me hicieron perder el conocimiento.
Ahora me veía tendida en una camilla. Sí, aunque parecía raro, yo veía mi cuerpo desde arriba, no sentía ningún dolor.
Los médicos colocaron un aparato en el pecho de ese laxo cuerpo, que saltaba a cada golpe eléctrico.
— ¡Qué están haciendo! —les grité, pero no me escucharon.
Me sentía tan bien y con un estado de felicidad tan plena, que no tenía interés en volver a mi cuerpo.
Me preguntaba ¿el porqué de esa felicidad? Fue entonces que vi pasar toda mi vida como una película. Eran pantallazos que en forma regresiva, se iban presentando. Escenas, que yo observaba y juzgaba como si se tratase de otra persona. Algunas me gustaban otras hubiese querido cambiarlas.
Veía imágenes de mi matrimonio con algunas estúpidas discusiones, el nacimiento de mi hija, el lugar donde había trabajado, los conflictos de la adolescencia, la infancia con la muerte de mi madre, también con dos años mirando el casamiento de mi tía y, por último, en el dormitorio de mis padres, practicando mi primera respiración, en brazos de la partera. —Era el día de mi nacimiento.
Toda mi vida se había recreado ante mis ojos, a una velocidad asombrosa.
Tres grandes remolinos tornasolados traspasaban la pared de azulejos que tenía enfrente.
Una corriente me llevaba hacia esos oscuros túneles, me dirigí impulsada por la atracción magnética de uno de ellos. El remolino del medio me absorbió. No sentía temor alguno. Las chispas que originaban mi paso lo alumbraban en parte. Al fondo, se divisaba una potente luz.
Cuando llegué a ese lugar, el túnel había desaparecido, la luz me envolvió, yo sentí una protección, como nunca había experimentado antes, pensé que así debía sentirme, cuando estaba en el vientre materno.
El paisaje era similar a una gran playa. Todo lo que venía a mi mente, se hacía realidad ante mis ojos Pensé en una rivera y la vi, serpenteando entre las rocas, con su cristalino río; quise ver una cascada y allí estaba, rodeada de una desbordante vegetación, un prado florecido. Todo tenía una exaltación de colores tan hermosos, como nunca antes había visto.
Estaba hermanada con el paisaje. Me sentí río, cascada, prado. Era parte integrante de todo eso… era parte del todo.
Fue entonces que pensé en mi madre, y allí estaba con su dulce sonrisa. No necesitaba abrazarme estaba en mí. Me trasmitió que debía regresar, que mi misión aún no había terminado.
Yo no quería irme. Fue entonces que me hizo ver a Gerardo y a la pequeña Laura.
Me sentí nuevamente arrastrada hacia el túnel.
Una sensación de pesadez, volvió a mí, cuando entré en el cuerpo. Escuche a los médicos que decían:
— ¡Está trabajando el corazón!