Hace dos días que
no se nada de él, no tendría que haberle dicho que se fuera... ¡Bueno pero esta
vez me colmó!
¡Yo no sé qué me
pasa! ¿Se me habrán bajado las defensas? Me duele todo el cuerpo.
Con la pila de cosas que
tengo que hacer y sin ánimo para nada. ¡Siento un cansancio!...
¿Dónde estará?
¿Se habrá ido a lo de
Pancho?
¿Y si está con una mina?
Por más que trato de concentrarme en
la televisión, no puedo, este dolor de cabeza y el sopor me tiran.
¡Parece mentira después de treinta y seis
años de casados!
Además los hijos ya no están, podríamos
disfrutar paseando, pero ¿dónde?
Si Antonio no quiere ir ni a la esquina.
Este dolor me está
pasando de la garganta al oído, lo único que me falta es que me ponga más
sorda.
Mejor me voy a la cama.
Realmente, no tendría
que haberle dicho que se fuera, pero a decir verdad está poniendo
¡insoportable! ¿Será la andropausia?
Mejor me pongo a leer
tal vez me olvide...
Me duelen hasta los
ojos…
Ya he comenzado a
extrañarlo, soy una estúpida. ¡No! No le puedo aguantar cualquier
cosa.
Está sonando el timbre.
¿Será él?
—Ah... ¡Marta!
— ¡Qué tal Beatriz!, ¡qué
cara!... ¿qué tenes?
—Me duele todo el
cuerpo, los huesos, los músculos, tengo escalofríos, tos, no me falta nada.
Le tiro mí diagnóstico.
— ¡Debo estar pasando por un proceso
infeccioso!, por eso comencé a tomar antibióticos.
— ¿Qué decís? Esto es una
gripe y los antibióticos no te hacen nada para un virus.
La escucho con
atención y recuerdo que hizo tres años en medicina, aunque no se recibió,
tal vez algo le quedó. Le cuento mi pelea con Antonio —Me dice:
—Seguro que está en lo de Pancho. ¿Dónde
queres que esté? Los hombres no pueden estar mucho tiempo alejados de su mujer,
es una prolongación de la madre ¿sabes? ¡Acuérdate lo que te digo: va a
volver!
Sus palabras me tranquilizan. Marta
siempre ha sido una psicóloga en potencia.
Me prepara un té
con limón y me da una aspirina.
— ¿Cómo no se te van a bajar las defensas
con semejante royo? Bueno yo me voy y vos te metes en la cama con bolsa
de agua caliente.
Debo tener algo de fiebre. Estos
escalofríos a pesar de la bolsa no se me van.
¿Serán las dos de la mañana?
Y con esta tos, no he podido pegar un ojo.
Me pareció escuchar un ruido.
¡Qué estúpida, no le puse el seguro a la
puerta!
¡Me levanto tambaleando! Tanteo a
oscuras la Venus de mármol —regalo de aniversario. La tomo por la cabeza y
salgo sigilosamente.
¡Pero si estoy temblando! ¿Será la fiebre
o el susto?
Escucho pasos… y la puerta vaivén del
comedor... Recuerdo que estoy sola, siento que las fuerzas me abandonan.
Se me cae la Venus de la mano…Y en
ese momento se prende la luz…
Allí lo veo a Antonio, con el portafolio y
su traje gris. —Se acerca, me pide perdón y me dice:
—Eres lo más importante que tengo en la
vida…
Trata de besarme-
Lo miro con un amor de treinta y seis años
y le digo:
— ¡No
te acerques!, ¡tengo gripe!