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martes, 18 de septiembre de 2018

RAMANA MAHARISHI



No sé qué hacía yo en ese lugar de la India
Siempre mi vida fue tan agitada: atender la casa, meterme en el centro para dejar a los chicos en el colegio, buscar un lugar para estacionar y llegar a tiempo a mi trabajo en esa ciudad de La Plata, con un tránsito cada día más congestionado.
Lo curioso del caso es que no recordaba cómo había llegado a este lugar tan exótico. Tal vez había sido atraída por las vibraciones especiales de su colina sagrada.
—Tienes que escalar el Aru nachala hasta llegar a una explanada de la montaña y allí está Ramana Maharishi —me dijo un muchacho de unos dieciséis años con una túnica blanca.
Cuando llegue, me asombré de no sentir cansancio.
Él estaba sentado en posición de Buda, con su torso desnudo en una semipenumbra. Sólo cubría su delgado cuerpo un blanco calzón envolvente, era moreno, de aproximadamente cincuenta años, con unos ojos serenos que irradiaban una especial energía.
Me invitó a sentarme, imité su posición. Traté de explicarle mis dudas. No me dejó… Me miró fijamente, y me dijo:
—El hombre cree ser el que hace todo. Pero esto es un error. Es el poder supremo el que lo hace, y el ser humano es tan sólo una herramienta. Si acepta esa posición, está libre de problemas. "Yo," es el nombre de Dios. Es el primero y el más grande de todos los mantras, incluso el "OM" está en segundo lugarNo hay almas y Dios, sino que las almas son Dios.
Hay que guardar Silencio… las aguas se aquietan. Sólo cuando las agitadas aguas del estanque se aquietan, es posible ver el reflejo completo de la luna sobre la superficie. Todo lo que está destinado a no suceder, no sucederá, por más esfuerzos que se hagan. Todo lo que está destinado a suceder, sucederá, por más empeño que se ponga en impedirlo. Esta es la verdad; el mejor camino. Por consiguiente, hay que guardar silencio para llegar al verdadero ser.

Sentí que la paz infinita que ese hombre me transmitía, y la semipenumbra del lugar se alejaban, para dar paso a la potente luz en la habitación, del  hospital donde reaccioné.
Allí estaba Norberto y nuestra hija que se apresuró a llamar a la enfermera. Él me contó que había estado tres días en estado de coma después del accidente.
—Fue un milagro que te salvaras, el auto quedó totalmente destruido.
Una semana más tarde me dieron el alta. Recordaba las palabras de Ramana Maharishi.
Yo nunca tuve ninguna cultura oriental y por curiosidad busque ese nombre en Internet, sólo para saber si existía. Con gran sorpresa me enteré que era un sabio hindú, nacido en 1879 y que había estado meditando en la explanada del Aru nachala en 1928.