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martes, 18 de septiembre de 2018

INCERTIDUMBRE



Después de hablar por teléfono, guardó un silencio prolongado.
— ¿Quién habló? -preguntó Marcela.
—Propagandas, como siempre le contestó.
Era la cuarta llamada que Osvaldo recibía en una semana.
—Por qué Ana había comenzado a atormentarme de esta forma —pensó.
En cinco años de relación, las cosas marchaban bien, ella sabía que tenía una familia… que tenía una hija entrando en la adolescencia y también que esa hija era lo más importante en su vida.
Sí…esto venia desde tres meses atrás -reflexionó. ¿Qué pudo haber originado el cambio?, Marta…claro, su amiga del alma. Marta nunca me tuvo simpatía…Bueno, era mutuo, y hasta llegó a decirle a Ana que yo tenía celos de ella, ¡que ridícula!
Hace tres meses le conté, que había asumido la gerencia de la empresa… pero no, ella no es una mina interesada, nunca lo fue.
¿Y si se le presentó un candidato, con intenciones matrimoniales? Claro Ricardo… sí, ella hablaba siempre de Ricardo, lo admiraba, era el tipo diez, cursaron juntos análisis de sistemas. Sí, recuerdo el día que estábamos cenando en su departamento y él la llamó: se pasaron hablando como media hora, y yo como un pelotudo esperando.
No había duda, Ana nunca llamaba a casa y ahora hasta había amenazado con cortar la relación si no formalizaba.
¡Terminar sería la solución!  No… sería imposible… no podría vivir sin ella, es el complemento perfecto con Marcela… me quedaría un vacío… no podría soportarlo.
Pensó en Marcela, era lo más parecido a su madre. ¡Cuánto la necesitaba!
Pensó que lo mejor sería averiguar en qué andaba Ana.
A la mañana siguiente detuvo el auto a una cuadra del departamento que ella compartía con su gato y desde un negocio de enfrente esperó, era la hora aproximada en que debía entrar al trabajo.
Salió sola, la vio tomar el 412, pensó que era el micro que la dejaba en la empresa, eso lo tranquilizó.
A las cuatro de la tarde, esperó que saliera del trabajo. Quince minutos después, Ana tomó un taxi…no, no iba para su departamento. El auto lo había dejado a dos cuadras, tomó un taxi y la siguió. La vio descender frente a un edifico de departamentos, por la calle Rivadavia. Esperó casi una hora, ella salió sin compañía.
Por la noche fue al departamento de Ana y le dijo con aparente indiferencia:
—Por la tarde pasaba por Rivadavia al 900 y te vi entrar en un edificio de departamentos, te llamé pero no me escuchaste.
—Sí, no quise decírtelo… pero Lucas me dijo que hablara con vos —le contestó.
— ¿Cuánto tiempo hace que tienes relaciones con ese tipo? —le dijo con un tono resignado, pensando que no tenía derecho a reclamarle nada.
—Ya ni te acuerdas que Lucas es mi ginecólogo, claro, qué te puede interesar ¡Tengo cuatro meses de embarazo!