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martes, 18 de septiembre de 2018

LA SORPRESA



Después de cinco años de residir en Madrid, Alicia había regresado a Buenos Aires. Pasados los tres primeros días que dedicó a visitas familiares, decidió ir al departamento de Marcelo, sin previo aviso, para sorprenderlo. Imaginó su cara al abrir la puerta. Alicia había tenido con él una relación de cuatro hermosos años que concluyó amigablemente, cuando ella decidió irse a España con la beca ganada para perfeccionarse en “Danzas creativas”.
Alicia bailaba desde pequeña, era su pasión y ésta, la oportunidad de su vida. Aunque lo que sentía por Marcelo era profundo, al momento de decidir no tuvo dudas. Él entendió que era su futuro, pero le pidió que no tratase de comunicarse mientras estuviese en España, pues sería doloroso para él y quería hacer su vida.
Hoy, de regreso, esa muchacha de veintisiete años, con su espigada silueta, de ojos pardos y un cabello renegrido hasta la cintura, llegó al departamento de Marcelo.
Al cuarto timbrazo se convenció de que no estaba.
¿Cómo no se le había ocurrido? A esa hora estaría trabajando   ¿y si se había mudado?
No sabía nada de él, nunca le había contestado los mail que ella mandaba.
Oprimió el botón que decía “portero” y le preguntó:
— ¿Marcelo Caroli, sigue viviendo en el 2º D?
—Sí, señorita —fue la respuesta que le llegó del otro lado del aparato
Recordó entonces que aun tenía las llaves del departamento. La sorpresa sería mayor si la encontraba adentro.
No dudó un instante y fue a su casa en busca de las llaves. Estaba segura, no las había tirado. Las reconoció, pues tenían una cintita roja.
Las llaves respondieron, la cerradura era la misma.
El departamento no era muy grande: se entraba a un amplio living comedor y un pasa platos  comunicaba con la pequeña cocina, un dormitorio con un gran placard y una cama de dos plazas enfrentaba a otra habitación mas pequeña donde estaba la biblioteca con la computadora.
Recorrió el departamento, miles de recuerdos pasaron por su mente,
todo estaba igual. Pensó que no había otra mujer en su vida, al ver el desorden general. Se recostó en la cama, era la misma, no la había cambiado. Miró las paredes, testigos silenciosas de aquellos tiempos felices.
Esperaría un rato, si Marcelo seguía trabajando en la Empresa automotriz faltarían sólo quince minutos para que llegase.
Las llaves rechinaron en la puerta de entrada, de un salto abandonó la cama y se escondió detrás de la puerta de la biblioteca.
Marcelo se dirigió al dormitorio, tiró su saco gris y la corbata bordó sobre la cama.
Cuando se estaba poniendo las pantuflas, un crujido en la puerta de la biblioteca lo sobresaltó, la vio moverse.
No dudó un segundo, buscó el arma en la mesa de luz y la descargó repetidas veces sobre la puerta. Con temor y dificultad, la abrió
Sus grandes ojos verdes, se desorbitaron cuando la vio sin vida sobre la alfombra.