Después de cinco años de
residir en Madrid, Alicia había regresado a Buenos Aires. Pasados los tres
primeros días que dedicó a visitas familiares, decidió ir al departamento de
Marcelo, sin previo aviso, para sorprenderlo. Imaginó su cara al abrir la
puerta. Alicia había tenido con él una relación de cuatro hermosos años que
concluyó amigablemente, cuando ella decidió irse a España con la beca ganada
para perfeccionarse en “Danzas creativas”.
Alicia bailaba desde
pequeña, era su pasión y ésta, la oportunidad de su vida. Aunque lo que sentía
por Marcelo era profundo, al momento de decidir no tuvo dudas. Él entendió que
era su futuro, pero le pidió que no tratase de comunicarse mientras estuviese
en España, pues sería doloroso para él y quería hacer su vida.
Hoy, de regreso, esa
muchacha de veintisiete años, con su espigada silueta, de ojos pardos y un
cabello renegrido hasta la cintura, llegó al departamento de Marcelo.
Al cuarto timbrazo se
convenció de que no estaba.
¿Cómo no se le había
ocurrido? A esa hora estaría trabajando ¿y si se había mudado?
No sabía nada de él,
nunca le había contestado los mail que ella mandaba.
Oprimió el botón que
decía “portero” y le preguntó:
— ¿Marcelo Caroli, sigue
viviendo en el 2º D?
—Sí, señorita —fue la
respuesta que le llegó del otro lado del aparato
Recordó entonces que aun
tenía las llaves del departamento. La sorpresa sería mayor si la encontraba
adentro.
No dudó un instante y
fue a su casa en busca de las llaves. Estaba segura, no las había tirado. Las
reconoció, pues tenían una cintita roja.
Las llaves respondieron,
la cerradura era la misma.
El departamento no era
muy grande: se entraba a un amplio living comedor y un pasa platos
comunicaba con la pequeña cocina, un dormitorio con un gran placard y una cama
de dos plazas enfrentaba a otra habitación mas pequeña donde estaba la
biblioteca con la computadora.
Recorrió el
departamento, miles de recuerdos pasaron por su mente,
todo estaba igual. Pensó
que no había otra mujer en su vida, al ver el desorden general. Se recostó en
la cama, era la misma, no la había cambiado. Miró las paredes, testigos
silenciosas de aquellos tiempos felices.
Esperaría un rato, si
Marcelo seguía trabajando en la Empresa automotriz faltarían sólo quince
minutos para que llegase.
Las llaves rechinaron en
la puerta de entrada, de un salto abandonó la cama y se escondió detrás de la
puerta de la biblioteca.
Marcelo se dirigió al
dormitorio, tiró su saco gris y la corbata bordó sobre la cama.
Cuando se estaba
poniendo las pantuflas, un crujido en la puerta de la biblioteca lo sobresaltó,
la vio moverse.
No dudó un segundo,
buscó el arma en la mesa de luz y la descargó repetidas veces sobre la puerta.
Con temor y dificultad, la abrió
Sus grandes ojos verdes,
se desorbitaron cuando la vio sin vida sobre la alfombra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario