Después de hablar por
teléfono, guardó un silencio prolongado.
— ¿Quién habló?
-preguntó Marcela.
—Propagandas, como
siempre le contestó.
Era la cuarta llamada
que Osvaldo recibía en una semana.
—Por qué Ana había
comenzado a atormentarme de esta forma —pensó.
En cinco años de
relación, las cosas marchaban bien, ella sabía que tenía una familia… que tenía
una hija entrando en la adolescencia y también que esa hija era lo más
importante en su vida.
Sí…esto venia desde tres
meses atrás -reflexionó. ¿Qué pudo haber originado el cambio?, Marta…claro, su
amiga del alma. Marta nunca me tuvo simpatía…Bueno, era mutuo, y hasta llegó a
decirle a Ana que yo tenía celos de ella, ¡que ridícula!
Hace tres meses le conté, que había
asumido la gerencia de la empresa… pero no, ella no es una mina interesada,
nunca lo fue.
¿Y si se le presentó un candidato, con
intenciones matrimoniales? Claro Ricardo… sí, ella hablaba siempre de Ricardo,
lo admiraba, era el tipo diez, cursaron juntos análisis de sistemas. Sí,
recuerdo el día que estábamos cenando en su departamento y él la llamó: se
pasaron hablando como media hora, y yo como un pelotudo esperando.
No había duda, Ana nunca llamaba a casa y
ahora hasta había amenazado con cortar la relación si no formalizaba.
¡Terminar sería la solución! No…
sería imposible… no podría vivir sin ella, es el complemento perfecto con
Marcela… me quedaría un vacío… no podría soportarlo.
Pensó en Marcela, era lo
más parecido a su madre. ¡Cuánto la necesitaba!
Pensó que lo mejor sería
averiguar en qué andaba Ana.
A la mañana siguiente
detuvo el auto a una cuadra del departamento que ella compartía con su gato y
desde un negocio de enfrente esperó, era la hora aproximada en que debía entrar
al trabajo.
Salió sola, la vio tomar
el 412, pensó que era el micro que la dejaba en la empresa, eso lo tranquilizó.
A las cuatro de la
tarde, esperó que saliera del trabajo. Quince minutos después, Ana tomó un
taxi…no, no iba para su departamento. El auto lo había dejado a dos cuadras,
tomó un taxi y la siguió. La vio descender frente a un edifico de
departamentos, por la calle Rivadavia. Esperó casi una hora, ella salió sin
compañía.
Por la noche fue al
departamento de Ana y le dijo con aparente indiferencia:
—Por la tarde pasaba por
Rivadavia al 900 y te vi entrar en un edificio de departamentos, te llamé pero
no me escuchaste.
—Sí, no quise decírtelo…
pero Lucas me dijo que hablara con vos —le contestó.
— ¿Cuánto tiempo hace
que tienes relaciones con ese tipo? —le dijo con un tono resignado, pensando
que no tenía derecho a reclamarle nada.
—Ya ni te acuerdas que
Lucas es mi ginecólogo, claro, qué te puede interesar ¡Tengo cuatro meses de
embarazo!
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